miércoles, 24 de abril de 2013

LA IMAGEN DEL DIA. DIPUTADO JORGE RIVAS

El diputado socialista Jorge Rivas, desde su banca especial, hace uso de la palabra durante el debate del proyecto que busca reformar el Consejo de la Magistratura y la iniciativa que regula las medidas cautelares en causas en las que el Estado es parte y la que crea tres nuevas Cámaras de Casación. 


"Señor Presidente (de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación):
Le confieso que no pensaba participar de este debate, si bien fui cofirmante de los seis dictámenes, y voté los tres proyectos que aprobamos el miércoles pasado, y por supuesto votaré afirmativamente los tres proyectos que tratamos hoy en el convencimiento de que vivimos un proceso de democratización progresivo, que va superando de a una las antiguas carencias democráticas.
La democracia plena es
aún un objetivo que perseguimos, no un logro ya obtenido. Cuando la Presidenta habló de la necesidad de democratizar el Poder Judicial no pronunció ninguna blasfemia contra la Constitución, ni lanzó ataque alguno contra uno de los poderes del Estado. Se refirió, sin más, a esa necesidad de seguir ampliando nuestra democracia.
Desde ya que, sin ingenuidad y con la absoluta certeza de que estamos tratando de desatar nudos de privilegio que han sido fuertemente atados durante más de un siglo y medio, suponía que íbamos a encontrar muchas resistencias. Pero el motivo que me empujó a hacer unas breves reflexiones en este debate es que me preocupa la peligrosa banalización que cierta parte de la oposición hace de algunas palabras.
Palabras tales como democracia, dictadura, república, entre otras, deberían ser definidas con precisión por quienes las están usando en esta circunstancia, así tenemos la certeza de que hablamos un mismo idioma. Porque no dudo de que en el debate parlamentario le asiste a la oposición todo el derecho a oponerse, incluso a hacerlo de manera firme y vehemente. Pero, estimados y estimadas colegas, guardemos el recato elemental que debemos tener como representantes del pueblo.
Nuestros fueros parlamentarios, necesarios para poder cumplir libremente nuestra representación, no son una patente de corso para decir cualquier cosa sin el más mínimo fundamento. He ejercido por más de veinticinco años la profesión de abogado y he sido docente de derecho constitucional por más de una década, por lo que me siento tentado a entrar en el debate técnico jurídico sobre la reforma del Consejo de la Magistratura, o sobre la creación de las cámaras de casación, o de la regulación de las medidas cautelares contra el Estado.
Sin embargo, honestamente, no creo que nos encontremos frente a un debate técnico jurídico. Por el contrario, creo que estamos frente a un debate netamente político, que por eso mismo no debe limitarse a los abogados. Debe ser amplio, ya que el eje de la discusión, me parece, pasa nada menos que por determinar si en nuestro orden constitucional el derecho colectivo tiene supremacía sobre el derecho individual, o viceversa.
A mi juicio esa cuestión ya fue saldada a principios del siglo XX, con el nacimiento del constitucionalismo social, que nuestra constitución recoge en el artículo 14 bis. De modo que anteponer los derechos individuales a los colectivos no solo me parece un rasgo de fundamentalismo ideológico. También me parece que es negar la propia evolución del estado de derecho contemporáneo. Y que a quienes pensamos de esta manera, se nos trate de totalitarios, esconde, en el mejor de los casos, una profunda ignorancia sobre el concepto de totalitarismo.
Estoy convencido, señor Presidente, de que el Poder Judicial es el único poder del Estado que se reproduce a sí mismo sin participación de la voluntad popular, el de espíritu más corporativo, el más cerrado sobre sí mismo. El que está más lejos, fuera del alcance casi, de los ciudadanos comunes. El más permeable, si se me permite, a la presión de los intereses minoritarios más poderosos. En otras palabras, el Poder del Estado de origen y funcionamiento menos democráticos.
Huelga decir que su reforma exige un debate de genuina calidad política y teórica. Pero sería necio negar la necesidad de esa reforma. Tanto como negar que ella debería contribuir al objetivo superior de la democracia, que no puede ser otro que la igualdad social.
En esta inteligencia, adelanto mi voto afirmativo a los proyectos que estamos tratando, convencido de que estamos aportando a la construcción de una democracia más genuina, más vigorosa, y más legítima.
Muchas gracias"

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