"Señor
Presidente (de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación):
Le
confieso que no pensaba participar de este debate, si bien fui cofirmante de
los seis dictámenes, y voté los tres proyectos que aprobamos el miércoles
pasado, y por supuesto votaré afirmativamente los tres proyectos que tratamos
hoy en el convencimiento de que vivimos un proceso de democratización
progresivo, que va superando de a una las antiguas carencias democráticas.
La
democracia plena es
aún un objetivo que perseguimos, no un logro ya obtenido.
Cuando la Presidenta habló de la necesidad de democratizar el Poder Judicial no
pronunció ninguna blasfemia contra la Constitución, ni lanzó ataque alguno
contra uno de los poderes del Estado. Se refirió, sin más, a esa necesidad de
seguir ampliando nuestra democracia.
Desde
ya que, sin ingenuidad y con la absoluta certeza de que estamos tratando de
desatar nudos de privilegio que han sido fuertemente atados durante más de un
siglo y medio, suponía que íbamos a encontrar muchas resistencias. Pero el
motivo que me empujó a hacer unas breves reflexiones en este debate es que me
preocupa la peligrosa banalización que cierta parte de la oposición hace de
algunas palabras.
Palabras
tales como democracia, dictadura, república, entre otras, deberían ser
definidas con precisión por quienes las están usando en esta circunstancia, así
tenemos la certeza de que hablamos un mismo idioma. Porque no dudo de que en el
debate parlamentario le asiste a la oposición todo el derecho a oponerse,
incluso a hacerlo de manera firme y vehemente. Pero, estimados y estimadas
colegas, guardemos el recato elemental que debemos tener como representantes
del pueblo.
Nuestros
fueros parlamentarios, necesarios para poder cumplir libremente nuestra
representación, no son una patente de corso para decir cualquier cosa sin el
más mínimo fundamento. He ejercido por más de veinticinco años la profesión de
abogado y he sido docente de derecho constitucional por más de una década, por
lo que me siento tentado a entrar en el debate técnico jurídico sobre la
reforma del Consejo de la Magistratura, o sobre la creación de las cámaras de
casación, o de la regulación de las medidas cautelares contra el Estado.
Sin
embargo, honestamente, no creo que nos encontremos frente a un debate técnico
jurídico. Por el contrario, creo que estamos frente a un debate netamente
político, que por eso mismo no debe limitarse a los abogados. Debe ser amplio,
ya que el eje de la discusión, me parece, pasa nada menos que por determinar si
en nuestro orden constitucional el derecho colectivo tiene supremacía sobre el
derecho individual, o viceversa.
A
mi juicio esa cuestión ya fue saldada a principios del siglo XX, con el
nacimiento del constitucionalismo social, que nuestra constitución recoge en el
artículo 14 bis. De modo que anteponer los derechos individuales a los
colectivos no solo me parece un rasgo de fundamentalismo ideológico. También me
parece que es negar la propia evolución del estado de derecho contemporáneo. Y
que a quienes pensamos de esta manera, se nos trate de totalitarios, esconde,
en el mejor de los casos, una profunda ignorancia sobre el concepto de
totalitarismo.
Estoy
convencido, señor Presidente, de que el Poder Judicial es el único poder del
Estado que se reproduce a sí mismo sin participación de la voluntad popular, el
de espíritu más corporativo, el más cerrado sobre sí mismo. El que está más
lejos, fuera del alcance casi, de los ciudadanos comunes. El más permeable, si
se me permite, a la presión de los intereses minoritarios más poderosos. En
otras palabras, el Poder del Estado de origen y funcionamiento menos
democráticos.
Huelga
decir que su reforma exige un debate de genuina calidad política y teórica.
Pero sería necio negar la necesidad de esa reforma. Tanto como negar que ella
debería contribuir al objetivo superior de la democracia, que no puede ser otro
que la igualdad social.
En
esta inteligencia, adelanto mi voto afirmativo a los proyectos que estamos
tratando, convencido de que estamos aportando a la construcción de una
democracia más genuina, más vigorosa, y más legítima.
Muchas
gracias"
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