Las quemaduras y lesiones en los ojos figuran entre los daños más frecuentes por el uso de pirotecnia durante las fiestas. El Ministerio de Salud de la Nación, pidió a los adultos la "máxima responsabilidad” y remarcó que los chicos “no deben manipular” ningún artefacto.
Quemaduras con cicatrices que quedan de por vida; traumatismos oculares que ocasionan pérdidas de visión irreversibles; amputaciones de dedos y otras extremidades, e incluso cuantiosas pérdidas materiales, son algunas de las consecuencias del uso irresponsable de la pirotecnia. “Una celebración ideal es aquella en la que no se utiliza pirotecnia”.
Para aquellos que deciden comprar estos dispositivos se recomendó que “se cercioren de que se trate de productos autorizados por el Registro Nacional de Armas de la Argentina (Renar), así como también que entiendan que los chicos no deben manipular pirotecnia bajo ningún punto de vista”.
Oficialmente se apeló a la “máxima responsabilidad y prudencia” para que “las celebraciones sean un motivo de encuentro y de alegría, pero no de tragedias”.
Al respecto, el jefe de la sala de quemados del Hospital provincial de Niños Sor María Ludovica de La Plata, Luis Barba, calificó como “extremadamente peligroso y grave” que los chicos manipulen estos artefactos.
"Cada año vemos cómo nenes de todas las edades llegan a la guardia con quemaduras que dejan cicatrices de por vida y también con amputaciones en dedos y hasta en brazos, por estar cerca cuando se produce una fallida explosión de estos productos”, advirtió.
LA PIROTECNIA Y LAS MASCOTAS
La pirotecnia provoca trastornos de pánico en perros y gatos con características similares a los ataques de pánico en personas. Estos se revelan en miedo o molestias intensas (ruidos fuertes o explosiones provocadas por la pirotecnia, tormentas, etc.); desarrollando Palpitaciones, Taquicardia, Jadeo, Salivación, Temblores, Sensación de falta de aire, Nauseas, Aturdimiento, Perdida del control, Sensación de irrealidad y miedo a morir.
Estas alteraciones provocan en las mascotas intentos de escapar descontroladamente durante varios minutos, y en los casos más severos hasta varias horas, dependiendo el tiempo que dure el ruido.
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