Agarrate Catalina, carnaval hasta el fin del mundo
(Escribe: Pedro Pallero)Banderas de Uruguay, banderas de Artigas, termos bajo el brazo, familias. Niños que pasan en patineta, hombres con camisetas de Peñarol. Entre el gentío, que pasadas las tres de la tarde ya empieza a tener un marcado acento oriental, un grupo de chicos y chicas atraviesa raudo, vestidos de negro, descalzos, algunos bailando al compás de canciones de Los Olimareños, que desde los altos parlantes sobrevuela la heterogénea plaza Buján.
Indudablemente, algo de Montevideo ha atardecido en esta zona del oeste bonaerense, y se hace notar, y se traduce en gestos casi imperceptibles, boinas y bigotes, algún “vamo´arriba”, algún “vó”. Para las 5 ya la murga está presente y la gente comienza a acercarse al escenario, se aquietan las bicis, las patinetas y las pelotas dejan de rodar en los improvisados picados que se jugaban bajo la fresca sombra de los árboles, cerca de la ruta 7.
Allá atrás de la pantalla, donde se proyecta el rostro pintado del murguista, está la magia, lista para salir al ruedo, después de la lluvia de hace 15 días, que obligó a reprogramar la visita, y también el cierre de los carnavales en Moreno.
Aquí, donde la melodía trae una añeja retirada de Los Patos Cabreros, la melancolía uruguaya le suelta la mano a la paciencia, y comienza un aplauso a ritmo de candombe que se generaliza en pocos minutos.
Entonces se encienden luces en el escenario, irremediablemente comparables a las lucecitas de algún lejano tablado, alumbran los primeros contrastes de las 7 de la tarde en la plaza ahora repleta. Un maestro de ceremonias sale a escena y desde el micrófono anticipa que la murga ganadora de varios carnavales uruguayos, la mítica murga que se formara en 2001, sube a escena: “Agarraaaaaate Cataliiinaaa”.
*Las cucarachas, la humanidad, y “El Pepe”
Por una esquina del tablado asoma Yamandú Cardozo, y suben con él entonces, casi todos disfrazados de cucarachas, salvo Tabaré, de brillante chaleco, los murgueros orientales, a esta hora rostros pintados bajo una luna azul, aparecen para cantar un repertorio que lleva el nombre de “El fin del mundo”.
Sin ninguna piedad sus enormes voces, arremeten contra los humanos en textos ácidos, con los que a lo largo de la función ironizarán sobre la amenaza nuclear, Bush, Bagdad y Saddam, las armas de destrucción masiva, las drogas, la parsimonia de los uruguayos, y la violencia, pero sin olvidar al presidente oriental, José Mujica.
Sí, el mismísimo “Pepe”, ataviado con rastas, sobre el cuerpo y la voz de Martín, el otro hermano Cardozo, habló de la juventud, la sociedad uruguaya, y -en un cuplé inspirado en la canción “Mi semilla”, de la banda La vela puerca-, no ahorró sarcasmos para parodiar una defensa de la inminente irrupción de una normativa que pondrá al vecino país a la vanguardia de un extraño privilegio: la marihuana legal, administrada y vendida por el Estado.
En el estribo de la despedida, Yamandú pidió disculpas previamente por el vocabulario que utilizaría La Catalina para cantar “Violencia” (ver recuadro), canción que grabara recientemente junto a la banda No Te Va Gustar.
A ritmo de murga futbolera y en primera persona, traza un retrato brutal sobre la marginalidad, ese otro infierno que, acompañado de oscuros soportes, deambula en cada rincón del mundo. El público entiende esa denuncia amarga que canta la murga, y acompaña arengando con los brazos en alto. Y aplaude largamente en el final.
*Se va, se va la murga…
Se presagia la despedida. La murga, que viene de una gira por el interior uruguayo y ha cruzado el río para venir a Moreno, se va. En pocas horas inicia una gira que por primera vez llevará este canto -ya rioplatense-, de murga y rock, a atravesar con sus voces destinos tan dispares como Estados Unidos y Canadá, también a Japón, Tailandia, Corea, China, para regresar el 5 de junio a Buenos Aires, a presentarse en el teatro Gran Rex.
Entonces Yamandú agradece, en particular al público, que “se bancó” la espera, primero la suspensión del espectáculo por las lluvias a principios de marzo, y que esta vez no protestó ni se movió de sus lugares cuando hubo inconvenientes en el sonido y La Catalina, con una actitud que cosechó otro aplauso, sin micrófonos y a media luz, puso batería de murga a la espera. Luego todo se solucionó, aunque un tramo del cuplé que en ese momento entonaban sobre las iglesias y los dioses quedó truncado.
* “Adiós adiós carnaval,
mundo perdido y fugaz, guardame siempre un lugar, donde retornar..”
Unos minutos después, a ese tramo se lo llevará el olvido, los murguistas se encontrarán con su público. Sin retacear tiempo ni efusivos abrazos, tras el escenario, salen de la carpa blanca montada a manera de vestuarios y firman autógrafos, fuera de las vallas, cerca de la gente.
La Catalina, que lleva editados media docena de discos, cinco de ellos de oro y platino, conformada hace más de una década como una cooperativa, integrada hoy en su mayoría por sus fundadores, comparte ese encuentro sin vacilaciones ni egos de estrella. Seres de rostros pintados, sonríen, como en el escenario, en una conversación sencilla como una poesía, hablan de cosas comunes en esta última e íntima ceremonia que bien podría compararse con un festejo entre hermanos, como un saludo, como un hasta luego.
(Recuadro)
Violencia (fragmento) -Agarrate Catalina-
“Vengo del basurero que este sistema dejó al costado,
las leyes del mercado me convirtieron en funcional.
Soy un montón de m… brotando de las alcantarillas,
soy una pesadilla de la que no vas a despertar.
Vos me despreciás, vos me buchonéas,
pero fisurado, me necesitás.
Soy parte de un negocio que nadie puso y que todos usan,
es la ruleta rusa y yo soy la bala que te tocó.
Cargo con un linaje acumulativo de misiadura,
y un alma que supura veneno de otra generación.
Yo no sé quién soy, yo no sé quien sos,
el tren del rebaño se descarriló.
Ya escucho las sirenas la policía me está encerrando,
uno me está tirando me dio en la gamba, le di a un botón.
Pasa mi vida entera como un tornado escupiendo sangre,
manga de h… de p… me dieron justo en el corazón.”…
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