Pesadilla
Todos
soñamos. Hay buenos sueños, pesadillas y de los otros. En los buenos sueños uno
tiende a anhelar la continuidad de los hechos, la permanencia en el tiempo de
aquel momento sublime en que tal vez somos niños nuevamente, tal vez recobramos
la mirada de un ser querido, hasta cierto aroma a malvones, ciertos colores. En
los otros sueños, las pesadillas, deseamos despertar, a veces aún teniendo la
sospecha de estar padeciendo un disgusto imaginado, también queremos despertar.
En cambio, los otros sueños, que enlazan las peores vivencias, los más temidos
horrores con la obligada permanencia, de esos sueños, uno no se despierta. Nada
puede contra esa cruel vigilia, ni el ruido del viento arrebatando cercanas,
las ramas de los árboles, ni el estruendo de los rayos, nada logra
despertarnos, alejarnos de esas horas donde las pesadillas se hacen realidad.
El espantoso frío del agua y el barro, entreverándose de a poco con nuestro
espacio, hinchando las patas de sillas y mesas, tragándose la heladera y la
cuna y la mesa de luz, y llevando a su paso la seguridad, el afecto, el hogar
que tanto ha costado levantar, soñando, en otro tiempo, en otro sueño.
Después,
muy poco después, llegará velozmente el silencio. Y luego los pasos de pies
descalzos, como un retazo de otro sueño, los pies chapoteando, y otros pasos
vecinos también húmedos, cansados. Luego las voces: alguien que maldice el
destino de afrontar una vez más este designio, alguien que dice mal por los
demás, juzgando que mejor sería que la gente elija vivir en lugares más altos,
lugares que no se inunden, como si alguien pudiera realmente optar por vivir
inundado.
El mal sueño sigue, persiste el agua tragándose en bocanadas
gigantescas las casas, los jardines, las calles de barro y las otras calles.
Allá va la gente en busca de una taza de mate cocido, un colchón seco, una
manta. Llevan sus hijos a cuestas, y en bolsas de nylon algo de ropa, unos
documentos, un celular, cosas que pudieron sacar a tiempo. Después, tal vez
algunos días después, cuando todo pase, cuando despierten, volverán sobre sus
pasos para recomenzar el sueño y a la luz del sol, olvidar la recurrente pesadilla.
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