Noche de Paz
Poco
falta para que ese particular momento del año llegue a nosotros. Abundante de
aromas prepara su colorido paisaje. Mientras las horas pasan y se hacen
cercanas en el firmamento de esta última
etapa de diciembre, por allí están ellos, correteando alrededor de la mesa, de
impecable peinado, pantalones cortos, zapatos recién lustrados. Y ellas,
vestidos recién planchados, cintas en el pelo.
Hay
un perfume en el aire, aire de Navidad. Y también de año nuevo. Ellos y ellas,
aún niños nada saben del paso del tiempo, lo disparan a pisotones y risas.
Allá,
en el extremo de esa mesa enorme donde abundan confites, pan dulce y avellanas,
está el abuelo, sonriente, que sostiene en su regazo a la más pequeña de la
familia y los mira pasar de reojo mientras con dos dedos se peina el bigote. La
abuela –peinada por las hijas y estrenando un colorido batón- va y viene de la
cocina, las otras mujeres la acompañan y la ayudan contentas. Junto a ella
reparten servilletas de tela perfectamente dobladas, mas vasos, algún cubierto,
mas fruta abrillantada, y también maní con chocolate en los platos. Los hombres
se acercan a la mesa, uno se apresta a destapar una botella de sidra.. Los más
jóvenes –algunos de ellos- esconden el humo del primer cigarrillo.
En
la simpleza del hogar, pronto se escucharán las campanadas, o alguien pedirá
silencio para escuchar a cierto locutor que desde un enorme aparato de radio,
comienza a contar los segundos para la llegada del nuevo año. Transcurre el
tiempo feliz en que uno es feliz sin saberlo, no solo por el árbol a cuyos pies
se detuvo Papá Noel y ante el que nos sacamos montones de fotos, no, no solo
por la infinitud de la niñez, la plenitud de la adolescencia, sino porque en
esa imagen donde la pobreza, la lejanía y la tristeza son algo lejano que nunca
nos llegará, están todos.
Uno
se da cuenta –ahora nos damos cuenta- que las sillas estaban todas ocupadas, no
había lugares vacíos. Hoy, en estos días donde precisamente aquellos se hacen
mas presentes que nunca, diciembre tiene otro sentido, que no es ni mejor, ni
peor, ni mas ni menos profundo. Hoy, este diciembre, en el pequeño lugar del
mundo donde este hombre común se ha detenido, entendemos finalmente que aquellas
y aquellos han vuelto a ocupar su lugar en la mesa, caminan a nuestro lado,
alzarán una copa y sonreirán con la llegada del nuevo día contando… nueve,
ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Danilo Perez
daniloperezpp@gmail.com
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