Música de jubilado
“Con su permiso via a dentrar aunque no soy convidao, pero en mi pago, un asao no es de naides y es de todos”. En la noche recién venida del bar, asomó con esta frase la cabeza de Perfecto Cuadrado, al que como todos ya deben saber, le decimos El Inglés. Después del asombro ante la humorada lo vimos entrar a paso lento. Estaba bastante delgado. Arrimó una silla a la mesa donde estábamos con Alfred, el mozo, que con tono aburrido le ofreció un café.
“Yo via cantar a mi modo después que haya churrasquiao”, le respondió El Inglés.
Alfred achicó los ojos como diciendo ¿y a éste que le pasa?, y sin saber demasiado que hacer, le alcanzó al cabo de un rato el único especial de milanesa que quedaba, frío, bajo la campana de vidrio del mostrador.
“Servite Inglés, esto está buenísimo”, le dijo.
Mientras Perfecto le entraba con evidente apetito a la comida, La Tana, (que desde que le sacaron un par de escuelas pasaba más tiempo en el bar que enseñando historia), contó que había visto en el cine una película interesantísima, sobre un tipo que hablaba únicamente a través de frases sacadas de tangos. Y que tal vez a algunos como El inglés les andaba agarrando algún berretín parecido.
Cuando oyó que hablaban de él, El Inglés tragó su bocado, se acomodó el bigote finito con el mantel y dijo mirando hacia arriba: “La sangre tiene razones que hacen engordar las venas. Pena sobre pena y pena hacen que uno pegue el grito. La arena es un puñadito, pero hay montañas de arena”.
-¡Ahora entiendo, Eso es de Cafrune! –apuntó Alfred desde la cocina mientras empanaba milanesas y pidió con cierta sorna: “Déjenlo al señor que hable a ver si tira alguna otra que me acuerde”.
Pero al Inglés no le agradó la ironía y gruñó con la boca llena: “Si alguien me dice señor, agradezco el homenaje; mas, soy gaucho entre el gauchaje y soy nada entre los sabios. Y son para mí los agravios que le hagan al paisanaje”.
-“Cuadrado está hablando de alguna ofensa, esto es grave”, dijo La Tana, que pese a cierto acercamiento inocultable con El Inglés, jamás lo tuteaba.
-“Mis versos son mis dolores, nunca canto por cantar, Lo que nos hizo dichosos tal vez se pueda olvidar; los años en su pasar mudarán los pensamientos. Pero angustias y tormentos son marcas que han de durar...”, siguió él.
El inglés estaba lagrimeando. Con La Tana nos quedamos en silencio. Cuando vio que algo raro estaba pasando, Alfred apagó el fuego en la cocina y se acercó a la mesa.
-“¿Qué le pasa che?, No ha de ser para tanto, a todos nos pasan cosas cuando nos vamos volviendo grandes”, le dijo la profe.
El mozo señaló el almanaque y me susurró: “En estos días debe haber cobrado la jubilación, capaz que está un poco deprimido”. Después, dirigiéndose a él, lo animó: “Mirá que dice el gobierno que todo va a mejorar, que hay que esperar un poco nomás”.
El inglés se levantó despacio, se limpió la cara mojada con el brazo mientras sacaba algo del bolsillo. Puso un papelito sobre la mesa y siguió recitando, acongojado.
-“No me arrimo al cogotudo, De sus favores me aparto, De promesas ya estoy harto, si es por él, vivo desnudo”-.
Mientras La Tana abría el papelito, Cuadrado decía: “He tranquiao muchos caminos buscando el menos pociao, Pero al fin he comprobao, que el mío tiene un destino. Soy demasiado argentino, pa´ que me vengan con cuentos. Mi pampa la llevo adentro y la llevaré hasta que muera. Seré horcón de una cumbrera, de patria y hombres contentos”.
Después se quedo callado y se desmoronó junto con la mesa en un estrépito de platos, milanesa y vasos. Alguien llamó a la ambulancia.
Un rato después, lo acomodaron en la camilla un enfermero y una médica. Un pequeño infarto fue el diagnóstico. En el viaje, antes de dormirse, el Inglés le recordó a La Tana un último verso: “Juro que pa´ lo que siento, me está faltando garganta”.
En el bar, Alfred abrió el papelito que había quedado olvidado en el suelo. Era un recibo de una casa de compra venta por trescientos pesos: “un minicomponente y una colección de discos de folclore”. El mozo dijo lo que faltaba saber en una frase:
-“Cuadrado ya me había dicho que si no le alcanzaba para pagar la luz iba a tener que vender la música”.
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