Como en los tiempos precolombinos, los habitantes de Jujuy y todo el mundo andino, celebrarán hoy el Día de la Pachamama, que da inicio al tiempo de la siembra comunitaria y solidaria a través de la "minka", una antigua tradición de trabajo comunitario.
Es el momento para agradecer los dones recibidos durante el año y pedir a la deidad aymara "que todo lo da y todo lo quita" y continuar con la creencia popular de que agosto es un mes aciago y hay que cuidarse, sobre todo del viento norte.
"Comprender la celebración no es fácil y no se puede simplificar con el concepto de lo que se conoce como amor a la Pacha (tierra)", dijo Faustino Flores, difusor de la cultura colla, poeta, y profesor de teatro. Para el hombre de la quebrada de Humahuaca, que vive en Tilcara y se internó en las profundidades de su cultura a través de los poetas jujeños, "desde la conquista y la colonización de estas tierras que no hemos vuelto a tener nuestra propia vida".
Flores definió a los collas como hacedores de una cultura "que maneja otro espacio y otro tiempo" y para transimitir plenamente el significado de la Pachamama señaló: "El amor a la Pacha, para los collas, no es poseer la tierra sino ser parte de ella, pertenecerle".
El ritual de agradecimiento es sencillo, pero no menos profundo en toda la zona de la cordillera, de la que Jujuy ocupa una vasta extensión y que se realiza tanto en las zonas rurales como en las urbanas, sin contradicción alguna con la iglesia a la que se pertenezca.
El maestro, músico y escritor, Fortunato Ramos, y autor del poema "No te rías de un colla", dice en su relato "Pachita del Cerro" que "Juana Martínez es un agüela de 85 años, una Pachamama, diría yo, porque parece un terrón, es la tierra misma, a la que se está volviendo la vieja".
"Llevaba zahumerios, cigarros, y coca... ella, apenas, si tiene para vivir, pero pa` su mama tierra, consiguió todo", explica Ramos, al ilustrar el momento en que una mujer de su pueblo sube al cerro a volcar "la ollita de comida,... al hoyo que a uñazos limpios cavó".
En ese hoyo, se vuelcan los mejores platos comida, vino, cerveza, hojas de coca en estado natural, papel picado, serpentina y en los bordes del orificio, cigarrillos encendidos.
Mientras algunos eligen ponerle algo de dinero, con la secreta esperanza que posteriormente se acreciente la pequeña fortuna que se ofrendó a la Madre Tierra.
Se trata de una ceremonia que se realiza con mucha unción luego de haber sahumado la casa, a los participantes, a los vehículos, a los animales en la zona rural y a las mascotas en la ciudad.
Los días previos al festejo, los mercados y puestos callejeros, en particular en la zona de la vieja terminal de colectivos de la capital jujeña, ofrecen todo tipo de sahumerios adornados con lana de oveja de colores, ramas de coca o de un arbusto resinoso de la Puna, trozos de vela, y pequeñas placas de yeso, que tienen figuras de automóviles y casas.
Las comidas que acompañan esta ceremonia son los picantes y platos con gran influencia de la cocina boliviana, de panza (mondongo), de lengua vacuna o pollo, con arroz, "chuño" o papa andina deshidratada y mote (maíz blanco estacionado y hervido).
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