San Antonio María Claret, obispo y fundador.
Fue una de las glorias del clero español del siglo XIX. Nacido en Sallent (Cataluña) el año 1807, desarrolló su apostolado en las Islas Canarias y en Cuba, donde fue obispo de Santiago.
Fundó la Congregación de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, conocidos como los Padres Claretianos o Cordimarianos, que recorren el mundo misionando y predicando.
Tomó parte en el Concilio Vaticano I, donde defendió el dogma de la infalibilidad del Sumo Pontífice, causando su discurso gran impacto en la asamblea. Murió en Fotfroide, Francia, el 24 de octubre de 1870. Fue canonizado en 1950 por Pío XII.
Fundó la Congregación de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, conocidos como los Padres Claretianos o Cordimarianos, que recorren el mundo misionando y predicando.
Tomó parte en el Concilio Vaticano I, donde defendió el dogma de la infalibilidad del Sumo Pontífice, causando su discurso gran impacto en la asamblea. Murió en Fotfroide, Francia, el 24 de octubre de 1870. Fue canonizado en 1950 por Pío XII.
San Proclo, patriarca de Constantinopla.
Trabajó enérgicamente en la extinción de los últimos restos del cisma oriental. Una de sus “Homilías” es un elogio acabado de la Virgen María y de su maternidad divina. Un historiador griego que lo conoció personalmente, dice de Proclo: “Pocos podrían igualarle en santidad. Era bondadoso con todos, porque estaba convencido de que la bondad sirve mejor que la severidad a la causa de la verdad. Fue un modelo de prelado”: Murió el 24 de julio del año 446.
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