13 de abril 2020: Miradas en la lluvia
Llueve. En el centro, en Moreno, hay varias calles señalizadas con caballetes rojo y blancos, están preservando algo de seguridad, tal vez de intimidad de los que hacen filas, porque en las cercanías hay gente formando largas filas. Se escuchan bocinazos agónicos en el tránsito que, pese a las restricciones, se vuelve ajetreado. En las veredas hay gente que apura el paso. La mayoría de ellos lleva barbijo. En torno a algunos comercios donde se paga o se cobra hay otras filas de gente. La mayoría de ellos lleva barbijo. Algunas personas se hacen invisibles en alguna esquina, abandonándose al alcohol y vaya a saber a qué sueños, sin barbijos..
Ese horizonte tiene un trasfondo común: muchas, muchísimas persianas bajas. Los añejos comercios de ropa y calzados, los que ofrecen servicios médicos, los que venden cocinas y computadoras, sillas y mesas: todos cerrados. Solamente sobreviven algunos que venden comida. Y algún kiosco. Y las farmacias.
Y esas islas a las que jamás llega la tormenta por fuerte que sea: los bancos. Parece que allí nacen todas las filas. Igual que a pocas cuadras de este paisaje, en un club, donde la gente espera para que le entreguen alimentos.
En el edificio municipal ya se secó la pintura que trajo la nueva administración para aclarar las paredes y adentro hay algunos empleados y algunos policías. Allí no hay filas: nadie está pagando.
Es lo que se ve. ¿Y el otro paisaje..? .. El otro paisaje está allá afuera detrás de las persianas, donde no es difícil imaginar que están formando otra larga fila también, muchos morenenses, al menos uno por cada comercio, hacen una larga fila de gente que se ha quedado sin empleo. ¿Dónde están todos?.. Tal vez en los barrios, en sus barrios, donde las filas cuentan de otros paisajes.
A lo lejos hablan de una enfermedad que no se ve y que va deteniéndonos, parece congelarnos de a poco en una historia increíble y perversa donde las personas esperan cada noche por la muerte que se vuelve un número. En la sospecha de esa fatalidad, con los ojos asomando al borde de un barbijo, alguien me saludará desde lejos… no podré saber si sonríe, si está comiendo o si aprieta sus labios de dolor: quizás sin saberlo nos estamos despidiendo de un raro universo que es y a la vez ya no existe, pero que nos impulsa a todos a cierta fila.