“…El hombre es el hijo poderoso de la pachamama, aunque vive prisionera de la garra cósmica del cerro. Puede matar al pájaro y derribar el árbol. Pero, precisa al sol para su vida, al árbol para su sueño y al ave para su canto.
Y siempre permanecerá pegado a la tierra, sobre la que ha de luchar, crecer, amar y sufrir, hasta el cansancio y un anhelo de sombra lo hagan tenderse bajo las piedras, en un silencio definitivo…
…. Por eso dicen que se han levantado las apachetas: para que el hombre, humillándose ante la tierra, dándose de frente con viento y cielos cumbreños, eleve sus ruegos pidiendo ayuda a la pachamama para vivir y para andar,
en la esperanza de que alguna vez la madre del cerro se digne a revelarle sus secretos de la unidad cósmica, alcanzando así la eternidad que ansia el espíritu…”
(Atahualpa Yupanqui, Cerro Bayo)
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